Mamá Respira

Más allá de los propósitos… Parte 2

photo by: @juansancheznfoto

Mi segundo hijo, JP, nació con muchos temas de salud, y durante los primeros años de su vida, la mía se volcó a sacarlo adelante. Vivía en el nervio total. Cuando tenía dos años, finalmente encontramos un tratamiento que ahora sí sentíamos que era el correcto. En ese momento sentí que el propósito de mi vida era haber luchado y luchado por la vida de mi hijo, inclusive yendo en contra de las miles de cosas que los doctores me decían, – en resumen me decían que estaba loca-, hasta que encontré lo que JP necesitaba. Y ya encontrado, mi propósito de vida era dedicarme al 100% a ese tratamiento y sacarlo adelante.

Las cosas empezaron a mejorar con JP, y mi propósito empezó a ser cada vez “menos grandioso”. En algún momento sentía que era lo más importante del mundo, pero conforme JP fue mejorando y las cosas se fueron “facilitando”, mi propósito se fue haciendo menos relevante.

Entonces L, mi hija mayor, a la que había sido puesta “on-hold”, -cómo si eso se pudiera-, empezó a tener broncas. No de salud, pero sí de todo lo demás. Entonces “entendí”, (según yo), que mi propósito era la maternidad. No sólo la de JP, sino que seguramente la sentía incompleta porque había olvidado a L. Así que me dedique a sacarla a ella adelante, ahora sí, enfocada en no olvidar a JP. en el camino L empezó a salir adelante. Y cuando empezó a mejorar y a ya no necesitarme tanto, regresó la sensación de “me equivoque”, “no era eso”, “me falta más”.

Luego las estrellas se alinearon y todo parecía indicar que mi propósito en la vida era abrir una escuela con una pedagogía revolucionaria que cambia la vida de los niños y familias, creando felicidad para todos, gozo por aprender y en general gozo hacia la vida. Y eso duró mientras veía como cada vez más niños gozaban la naturaleza de su alrededor, como la comunidad de padres cada día estaba más increíble, cómo la idea de comida saludable empezaba a funcionar, como llegaban y llegaban maestros extraordinarios y como el tema administrativo y de permisos de SEP y todo ese rollo empezaba a fluir. Pero cuando las cosas empezaron a caminar y yo nuevamente poco a poco a ser menos necesitada, nuevamente me sentí inútil.

No dejé de ser mamá de JP, ni de L, ni socia de la escuela. Pero nuevamente sentía esta sensación de que “otra vez me equivoque”. “¡Llevo tantos años perdidos pensando que este era mi propósito de vida y estaba equivocada! ¡Qué pérdida de tiempo!”. Aparte, cada año que pasa uno va envejeciendo y ¡cada vez queda cada menos tiempo de hacer algo significativo con la vida!

Los años no solo te hacen más vieja sino también más sabia, espero. Estoy iniciando proyectos nuevos, todos encaminados por todos mis aciertos, errores y principalmente aprendizajes del pasado.

La verdad es que muero de miedo al fracaso, al ridículo, y a perder más tiempo en cosas que igual y “no sirven para nada”. Esta es la voz constante de mi cabeza y que todavía hoy vive tratando de frenarme. Lo que he aprendido y les compartí antes, todavía no está “enraizado” en mí. Es algo que tengo que re-leer diariamente y recordármelo varias veces al día, como si fuera un mantra:

Si no doy el paso, no sabré si ese es mi camino o no.

Dar un mal paso no es pérdida de tiempo, es aprendizaje.

No lo hagas nada por recibir aplausos o por “triunfar”, hazlo por tu disfrute y por compartirte con los demás.

El universo siempre se está acomodando para mi beneficio, los terremotos son parte de ese acomodo.

Y mi favorito y más usado: Dios está de mi lado. 

Para mí, Dios es esta fuerza que me ha demostrado una y otra vez que no estoy sola y que si tengo paciencia las cosas mejoran. No quita el dolor, llanto, frustración, corajes y enojos. Varias veces habría deseado que la tierra me tragara viva o matar a alguien en el camino. Pero al final siempre siempre siempre, Dios ha estado a mi lado.

Scroll al inicio